Introducción
El descubrimiento de que el cerebro tiene su propio microbioma ha desencadenado un área de investigación completamente nueva en neurociencia. Anteriormente, el cerebro se consideraba estéril, protegido por la barrera hematoencefálica que impedía eficazmente la entrada de microorganismos. Pero investigaciones recientes han demostrado que el cerebro no es sólo una red biológica de células nerviosas y sinapsis, sino que también alberga su propia comunidad de microorganismos como bacterias, virus y hongos. Esta idea tiene implicaciones innovadoras sobre cómo entendemos y tratamos las enfermedades neurológicas, en particular los trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer, el Parkinson y la esclerosis múltiple. Este artículo explorará la creciente comprensión del microbioma cerebral y su posible conexión con la salud, incluida cómo la microbiota puede influir en el desarrollo de enfermedades, así como posibles estrategias terapéuticas para manipular este microbioma para mejorar la salud neurológica.

La historia de Nikki Schultek: un punto de inflexión
Esta historia ilustra cómo las infecciones y los microorganismos pueden afectar tanto al cuerpo como a la mente, y ha generado un mayor interés en cómo los microbiomas pueden desempeñar un papel en los trastornos cognitivos.
El microbioma cerebral: un descubrimiento revolucionario
Hasta ahora, los investigadores suponían que los microorganismos sólo podían afectar al cerebro indirectamente a través del intestino, a través del nervio vago o mediante la producción de sustancias neuroactivas. Sin embargo, técnicas microscópicas avanzadas han revelado que microorganismos como las bacterias se encuentran directamente en el tejido cerebral. Bacterias de grupos conocidos como Firmicutes, proteobacterias y Bacteroidetes Se han encontrado en el cerebro y parecen agruparse alrededor de células importantes como los astrocitos y las neuronas.
Los astrocitos son particularmente importantes porque mantienen la barrera hematoencefálica y regulan la homeostasis del tejido cerebral. Los microbios que se acumulan alrededor de los astrocitos pueden alterar este mecanismo de protección, aumentando potencialmente el riesgo de trastornos neurodegenerativos.

El eje microbiota-intestino-cerebro: comunicación entre el intestino y el cerebro
El microbioma intestinal desempeña un papel central en la forma en que el cuerpo se comunica con el cerebro. Esta conexión, conocida como eje microbiota-intestino-cerebro, implica una comunicación constante entre los microbios del intestino y las células cerebrales. A través del nervio vago y el sistema inmunológico, el microbioma intestinal envía señales que influyen en el estado de ánimo, la cognición y el comportamiento.Los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), como el butirato y el propionato, que son producidos por la microbiota intestinal, pueden cruzar la barrera hematoencefálica y reducir la inflamación en el cerebro. Las alteraciones en esta comunicación, conocidas como disbiosis, pueden provocar graves problemas de salud, como ansiedad, depresión, enfermedad de Alzheimer y enfermedad de Parkinson.
Infección microbiana y enfermedades neurodegenerativas.
Se ha demostrado que las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson están asociadas con niveles elevados de bacterias en el cerebro. bacterias que estreptococo y estafilococo se han encontrado en cantidades mayores en pacientes con Alzheimer, lo que sugiere que las infecciones pueden contribuir a la progresión de la enfermedad al desencadenar inflamación y la formación de proteínas dañinas como la beta amiloide.cándidaTambién se han detectado especies de hongos y otros hongos en el cerebro de personas con trastornos neurológicos, lo que lleva a los investigadores a plantear la hipótesis de que la infección microbiana puede ser un factor importante, pero hasta ahora subestimado, en el desarrollo de trastornos neurodegenerativos.
Neuroinflamación: la respuesta del cerebro a la presencia microbiana
La microglia y los astrocitos son dos tipos de células gliales en el cerebro que desempeñan un papel fundamental en la respuesta inmune del cerebro. Cuando el cerebro detecta la presencia de microbios dañinos, la microglía se activa para combatir la infección. Pero en condiciones crónicas, esta activación puede conducir a una respuesta inflamatoria persistente, conocida como neuroinflamación. Esto puede contribuir al daño de las neuronas y al empeoramiento de enfermedades como el Alzheimer.
Los astrocitos, que normalmente protegen las neuronas, también pueden volverse disfuncionales durante la exposición microbiana crónica. Esto puede debilitar la barrera hematoencefálica, facilitando la entrada de bacterias y toxinas al cerebro y exacerbando los procesos neurodegenerativos.

Posibilidades terapéuticas: Manipulación del microbioma.
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Probióticos y prebióticos: Suplementos con cepas específicas de bacterias, como lactobacilo y bifidobacteria, se ha demostrado que reduce la inflamación y mejora la función cognitiva en personas con enfermedad de Alzheimer.
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Trasplante de microbiota fecal (TMF): Este tratamiento, que implica transferir microbiota de un donante sano a un paciente, se ha mostrado prometedor en el tratamiento de trastornos relacionados con el intestino que afectan al cerebro, incluidos el autismo y la enfermedad de Parkinson.
- Dieta: También se ha demostrado que las intervenciones dietéticas, como aumentar la ingesta de fibra y reducir la ingesta de alimentos inflamatorios, favorecen una microbiota intestinal saludable y reducen el riesgo de enfermedades neurológicas.
Conclusión
Referencias
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- Bullmore, E., et al. El eje microbiota-intestino-cerebro en la salud y la enfermedad.
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- Rowland, I., et al. Funciones de la microbiota intestinal: metabolismo de nutrientes y otros componentes alimentarios.
- Forsyth, CB y col. El aumento de la permeabilidad intestinal se correlaciona con la neuroinflamación en la enfermedad de Parkinson.
- "Trasplante de microbiota fecal para enfermedades neurodegenerativas". La neurología de Lancet.
- Heijtz, R.D., et al. La microbiota intestinal normal modula el desarrollo y el comportamiento del cerebro.
- Needham, BD y col.
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